Capítulo 4 Presentación.
Entonces le tocó el turno a Serafín. Empezó la búsqueda, pero era tan difícil reunir mil perlas en un solo día que se sentó sobre una piedra y se largó a llorar. Mientras lloraba, apareció la reina de las hormigas acompañada por cinco mil obreras. Antes del anochecer, las hormigas que él había salvado le acercaron las mil perlas. Así fue como Serafín cumplió con la primera prueba.
La segunda prueba consistía en sacar del fondo del mar la llave de la habitación de las princesas. El hermano menor se acercó a la orilla. ¿Cómo iba a poder, él solo, encontrar una llave en el inmenso mar? No bien pensó eso, se largó a llorar. Enseguida, los patos a los que él había salvado se acercaron nadando. Los patos se sumergieron en el mar, encontraron la llave y se la pusieron en la mano, chorreando agua todavía.
La tercera prueba era la más difícil. Había que entrar a la habitación donde dormían las tres hijas del rey y despertar a la menor con un beso en la mejilla. Si el príncipe besaba a la princesa equivocada, quedaría convertido en piedra.
¿Cómo podía distinguirlas? Habían nacido el mismo día y eran tan idénticas como tres gotas de agua. Solo se diferenciaban —le explicó el hombrecito— en que, antes de quedarse dormidas por el encantamiento, la hermana mayor había tomado un terrón de azúcar, la segunda, una cucharada de dulce de leche y Catalina, la menor, una cucharada de miel.