Y tanto se enojó que la isla tembló.

Los peces perdieron algunas escamas.

Las olas creyeron que era la hora de la tormenta.

Hasta el sombrero que tenía puesto al revés salió volando.

Al final, un lagrimón descomunal le resbaló por la mejilla.

Tan triste se puso que casi inundó el mismísimo mar.

Pero en eso…

—¡Hola, papá! —saludó la piratita Brutilda, chapoteando en la playa.

—¡Tesoro mío! —se alegró Brutus—. Te estaba buscando…

Y los dos piratas pasaron una tarde de lo más divertida, jugando a los indios.

Gabriela Keselman (Argentina), Alfaguara.

Un pirata con parche en un ojo y pata de palo y una niña pirata con un pañuelo rojo en la
            cabeza y botas del mismo color.