«¡Mejor me convierto en un carpincho!», gritó Diógenes con alegría. Al instante, como por milagro, se convirtió en un insólito carpincho.
Justo es decir que por algunos minutos el carpincho Diógenes se sintió muy contento con su nuevo aspecto…
Pero, lamentablemente, al poco tiempo de haberse transformado en carpincho comenzó a despotricar contra su nueva facha: «Es tan difícil ser uno mismo cuando se tiene un cuerpo rechoncho como este, cubierto de pelos gruesos, cortos y pinchudos…».
Diógenes caminó cinco pasos y se detuvo. Lo incomodaba tanto el balanceo de su voluminoso cuerpo que decidió abandonar esa forma para ser otro animal.
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