«¡Mejor me convierto en una liebre!», pensó el carpincho Diógenes, y al instante, como por milagro, se transformó en una extravagante liebre.
Pero, como ya le había ocurrido antes, ni bien se convirtió en liebre comenzó a descubrir algunos defectos a su nueva estampa.
«Es tan difícil ser uno mismo cuando se tienen orejotas tan largas, cola corta y dientes de roedor de zanahorias… ¡Imposible aguantar un minuto más siendo liebre! ¡Mejor me convierto en un zorrillo!»
Y, ni bien la liebre Diógenes dijo esto, como por milagro se convirtió en un simpático zorrillo.
Durante media hora Diógenes estuvo orgulloso de la elegante cola rayada que obtuviera al volverse zorrillo. Sin embargo, pronto sintió muchísima vergüenza por el apestoso olor a pichí que despedía su cuerpo.
Regresar a la actividad 8 de comelibros